En defensa de las mujeres desagradables (Traducción de The Geek Feminist Revolution, por Kameron Hurley)

Traducción del ensayo “In Defense of Unlikable Women”, que se encuentra en el libro The Geek Feminist Revolution, de Kameron Hurley, en inglés. Creo que también se puede leer en su web: www.kameronhurley.com. Como siempre, espero que la traducción le haga justicia al ensayo.

The Geek Feminist Revolution es un libro de no-ficción, que recopila ensayos de la autora, muchos de los cuales se pueden leer en su web (http://www.kameronhurley.com/), y unos pocos exclusivos para el libro. El libro está dividido en “temas”, en los que nos habla de ser escritor, de ser escritor y mujer, un poco de su vida – cómo puedes entender las historias que cuenta alguien si no sabes de dónde viene -, y de las llamas.

Por cómo hace hincapié en ciertos temas, yo diría que The Geek Feminist Revolution es un libro sobre las historias, sobre el poder que tienen esas historias, cómo han modelado el mundo tal y como lo vemos hoy, y cómo las mujeres tenemos que cambiar esas historias si queremos cambiar el mundo.

El libro que aún no sabes que necesitas en tu vida
El libro que aún no sabes que necesitas en tu vida

 

En defensa de las mujeres desagradables (por Kameron Hurley)

“Un borrachuzo empedernido al que se le dan fatal las relaciones personales y ha tomado varias decisiones egoístas y cuestionables en su vida decide buscar el amor, y fracasa”

La frase anterior es el argumento de dos películas: la bien recibida y aclamada por la crítica “Entre Copas” y la criticada y controvertida “Young Adult”.

La primera trata de un perdedor alcohólico y desaliñado que le roba dinero a su madre para que su mejor amigo, que está a punto de casarse, le sea infiel a su futura esposa; la segunda trata de una perdedora alcohólica y desaliñada que viaja a Minnesota para intentar liarse con su – felizmente casado – ex. Las dos películas presentan de forma dura y desgarrada los defectos de los protagonistas y su incapacidad de conectar con otras personas. ¡Incluso ambos son escritores! La mayor diferencia en la acogida de estas películas, diría yo, es que en una de ellas el protagonista es de género masculino – y fue celebrada por la crítica. La otra cuenta la historia de una mujer con múltiples defectos, y se convirtió inmediatamente en “controvertida” debido a su “profundamente desagradable” heroína.

Veo surgir este doble estándar en novelas muy a menudo. Perdonamos a nuestros héroes incluso cuando son unos borrachos, unos animales, o personajes noir llenos de defectos que fuman demasiado y no son capaces de mantener una relación estable. En realidad, empatizamos con estos héroes y los celebramos; nos gusta Conan por sus emociones básicas, su visceralidad, su tendencia a solucionar los problemas a base de pura fuerza de voluntad. Pero los atributos que nos gusta ver en héroes masculinos – su complejidad, su confianza en sí mismos, sus ataques ocasionales de egoísmo – , en héroes femeninos se convierten en marcas del temido “personaje desagradable”.

La novelista Claire Messud aborda este tema en una entrevista en la que el entrevistador, del Publisher’s Weekly, comentaba que su protagonista femenina era demasiado sombría, y si no le preocupaba que los lectores no fueran a querer ser amigos de ella. Messud respondió:

“Por el amor del cielo, ¿qué clase de pregunta es esa? ¿Querrías ser amigo de Humbert Humbert? ¿Querrías ser amigo de Mickey Sabbath? ¿Saleem Sinai? ¿Hamlet? ¿Krapp? ¿Edipo? ¿Oscar Wao? ¿Antígona? ¿Raskolnikov? ¿Alguno de los personajes de The Corrections? ¿O de Infinite Jest? ¿O algún personaje de cualquier cosa que haya escrito Pynchon? ¿O Martin Amis? ¿Orhan Pamuk? ¿O ya que estamos, Alice Munro? Si lees para encontrar amigos, tienes un grave problema”

La gente espera que los escritores de género masculino y sus protagonistas de género masculino, tengan defectos y sean complejos, pero las expectativas de los lectores con respecto a las escritoras y sus personajes femeninos tienden a ser bastante más rígidas. Las mujeres pueden pecar, pero solo hasta cierto punto. Si son unas alcohólicas, mejor que se arrepientan y recobren la sobriedad al final. Si dejan a sus parejas e hijos, que acaben de forma trágica o que paguen por ello de algún modo. Las mujeres deben, por encima de todo, mostrar amabilidad. Pueden ser fuertes – pero también deben, y esto es muy importante, ser vulnerables. Si no lo son, lo más seguro es que a los lectores “no les gusten”.

Una vez escribí un artículo en el que comenté que, estudiando el posgrado, a veces me bebía dos botellas de vino de una sentada mientras fumaba. Un par de personas en otro foro comentaron que debía ser una alcohólica y una irresponsable. No puedo evitar preguntarme cuál habría sido su reacción si hubieran leído que un estudiante de universidad de 23 años, varón, de vez en cuando se bebía dos botellas de vino de una sentada.

Cosas de hombres, ¿verdad? Pero las mujeres somos alcohólicas.

Y así con todo.

¿Pero por qué esto es así? ¿Por qué juzgamos los mismos comportamientos de manera tan diferente dependiendo del sexo de la persona que los presenta?

Diría que es porque las mujeres hemos tenido tantas veces el papel de madres, madres potenciales, cuidadoras y sirvientas, asistentes y criadas de todo tipo, que se ha convertido en una expectación tanto consciente como inconsciente que alguien que no lo sea – al menos parte del tiempo – debe ser una aberración. Y cuando encontramos una mujer que no encaja en el molde, nos esforzamos por devolverla a la cajita de su rol, porque si se sale del molde, entonces… debe de ser porque tiene la capacidad de ocupar cualquier rol.

Seamos serios: Si las mujeres fueramos algo “por naturaleza”, la sociedad no gastaría tanto tiempo controlando y manipulando cada aspecto de nuestrasvidas.

Me gusta escribir personajes complejos. Me gusta escribir sobre mujeres. O sea, que las mujeres y hombres sobre los que escriba van a ser complejos y tener defectos. Van a tener sus propias motivaciones retorcidas. No van a hacer siempre lo correcto. No va a haber un final conmovedor en el que todos se den cuenta de que han sido unos cabrones y se abracen. La vida es más complicada que eso, y también lo somos las mujeres. No somos ni mejores ni peores que nadie. Yo tengo defectos. A menudo me equivoco al tomar decisiones. Soy egoísta muy a menudo.

Así que la mayoría de personajes que escriba también van a ser así. Y siendo totalmente honesta, me gustan mucho más así que de ningún otro modo. Roxane Gay da varios ejemplos de heroínas desagradables en ficción en su artículo “Not Here to Make Friends”. En palabras de Gay:

“Lo que apenas se dice sobre las mujeres desagradables en ficción es que no están fingiendo, que no quieren o no pueden fingir ser alguien que no son. No tienen la energía ni el deseo de serlo… Las mujeres desagradables se niegan a caer en esa tentación. En vez de eso, son ellas mismas. Aceptan las consecuencias de sus elecciones, y esas consecuencias se convierten en historias que merece la pena leer.”

Hay algo fascinante en personajes masculinos desagradables que no permitimos en mujeres, y es esto: Permitimos a los hombres sentirse seguros de sí mismos, incluso ser arrogantes, ególatras, narcisistas. Pero en nuestras vidas diarias no consideramos líderes o modelos de conducta a mujeres que se comporten de ese modo. Las llamamos brujas egoístas. Son las madrastras malvadas. Y ver a mujeres así pasear por las páginas de nuestros libros provoca la misma reacción. Las mujeres debemos ser madres, cuidadoras. Debemos ser personajes salvadores, reconciliadores. Debemos ser sensatas.

Las mujeres debemos actuar como la diligente Wendy, mientras que los héroes masculinos pueden ser Peter Pan.

Llamar la atención sobre esta narrativa, por supuesto, no va a arreglar nada. Pero espero que haga que la gente sea más consciente de ello. Cuando leas sobre un héroe tipo Mad Max, alcohólico y de gatillo fácil, al que amarías si fuera un hombre, pero sobre el que encontrarías tremendamente incómodo leer si supieras que es mujer, da un paso atrás y pregúntate por qué. ¿Es realmente porque es una persona con la que no puedes empatizar, o es porque alguien te contó que debía estar de vuelta en casa jugando a ser la madre de los niños perdidos, y no apuñalando a su casero, robando una moto y salvando el mundo?

Las historias nos enseñan empatía, y limitar la expresión de la humanidad de nuestros héroes basándonos únicamente en su sexo o su género no nos hace ningún favor. Coloca restricciones en lo que consideramos humano, deshumanizando a la gente que no muestra los rasgos que encajan en nuestra estrecha definición de lo que es aceptable.

Guste o no, no empatizar con mujeres desagradables en ficción lleva a menudo a no empatizar con las mujeres que no son totalmente normativas en la vida real. Lo veo todo el tiempo, hablando tanto con hombres como con mujeres. Son las mismas preguntas que surgen cuando una mujer a la que han atacado se atreve a denunciarlo: ¿Qué llevaba puesto? ¿Le provocó de algún modo? ¿Era una mala esposa? ¿Una mala novia? ¿Era una buena mujer, o una mala mujer? Este hilo de pensamiento, y las conjeturas a las que da pie, nunca los usaríamos con hombres – a no ser que sean hombres de color. ¿Llevaba pantalones cortos cuando le robaron? ¿Le gritó a su vecino antes de ser disparado? ¿Fumó marihuana en algún momento de su vida antes de ser disparado por el agente de policía en la calle? ¿Era un buen hombre, o un mal hombre?

Esta justificación de la violencia contra quienes se salgan de los roles en los que los ha colocado la cultura dominante puede ser reforzada o desafiada por las historias que contamos. Las historias no solo nos cuentan quiénes somos, sino quiénes podemos ser. Pintan las estrechas cajitas de comportamiento en las que nos ponemos a nosotros y a la gente que conocemos. Pueden fomentar la compasión, la amabilidad y la aceptación, o la violencia, la intolerancia y la represalia. Todo se filtra, desde la página o la pantalla, al mundo real. ¿Quién merece ser perdonado? Espero que lo merezcamos todos.

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